jueves, 21 de mayo de 2009

CRISTINA DEL VALLE, LA LUCHA POR LA DIGNIDAD DE LAS MUJERES




A primera vista, su negra mirada nos transmite serenidad, unos principios muy claros y un fuerte carácter. Al iniciar la conversación, descubrimos también un gran corazón, una generosidad inmensa y una asturiana con vocación de torbellino. De su tierra ha heredado la capacidad de lucha; de su madre, la fuerza para sobreponerse a todos los sufrimientos; de su trabajo con las mujeres víctimas de la violencia, la fortaleza y el amor a la libertad.
Nos habla de todas aquellas mujeres admirables que se esconden en las casas de acogida, en Ciudad Juárez, en los campamentos saharauis o en Palestina. Lo que no dice es que ella también lo es. Desde pequeña vivió los malos tratos y parece que se prometió no permitir que la violencia contra las mujeres fuera silenciada. Siempre ha trabajado al lado de los más desfavorecidos, pero un día descubrió que la música le podía servir para ser el altavoz de todas aquellas mujeres que sufren la violencia. Así, nació la Plataforma de Mujeres Artistas Contra la Violencia de Género, de la que nos habla en esta entrevista.


Posee una exitosa y consolidada carrera musical. Pero también una larga trayectoria como voluntaria en proyectos de ayuda social. ¿De dónde nace ese compromiso casi innato de querer mejorar el mundo?

Yo creo que la educación y el ámbito donde nos socializamos y crecemos nos condiciona muchas cosas de nuestra vida y nuestro comportamiento. Hace mucho tiempo que dije públicamente que era una superviviente de la violencia, como muchas de las hijas de las mujeres maltratadas. Tuve el placer, y creo que también el honor, de ser educada por una mujer valiente, que salvó su vida y salió de toda esta situación por no querer seguir negociando su dignidad y su libertad. Esa educación me sirvió para tener una visión del mundo diferente a la de cualquier otro niño. Mi casa fue siempre un espacio de acogida, desde los 12 años trabajo con organizaciones sociales.

¿Siempre ha estado conectada con movimientos de cooperación y ayuda a mujeres?




Empecé la militancia activa como a los 13 – 14 años en Asturias. Era cantautora y componía desde muy cría y tocaba en centros culturales. También trabajaba de una manera activa con mi familia en todo lo que era movimiento social. Empecé también muy jovencita a militar en partidos de la izquierda y movimientos juveniles en el instituto.
En Valencia, cuando nos trasladamos huyendo de la situación en Asturias, empecé en una asociación cultural que se llamaba Ayora que trabajaba en barrios marginales con los elementos de la cultura, la música y el arte.
Cuando llegué a Madrid, en el ´79, empecé a colaborar con la asociación Pro Derechos Humanos y con Enrique de Castro en el proyecto de El Pozo del Tío Raimundo y trabajé como voluntaria en la cárcel de Valdemoro.

Tal vez el mayor compromiso que haya adquirido como portavoz de una causa sea la Plataforma de Mujeres Artistas Contra la Violencia de Género. Esta Plataforma nace en 1999 con la intención de ser la voz de las víctimas de los malos tratos, ¿por qué en ese momento era necesario que fueran escuchadas?

Llevaba tiempo en Madrid trabajando y colaborando con organizaciones de mujeres. Una vez, en una de las casas de acogida para mujeres maltratadas, viví una experiencia muy especial. De niña había vivido en una casa de acogida, evidentemente no tenía nada que ver con la actualidad. Pero fue como una regresión, vuelves a verte en un espacio por el que has pasado, pero era también un espacio muy cuidado donde eran una gran familia, donde, de pronto, tuve la sensación de estar muy protegida. Fue muy especial.
Y pasando un día entero con las mujeres, hablando y compartiendo experiencias, me di cuenta de lo poco que habían cambiado las cosas desde que yo había vivido la experiencia. Las mujeres reproducían los mismos cuadros, el mismo calvario cuando tienes que presentar una denuncia o ir a comisaría, se describía lo mismo: el trato social frente a la violencia. Entonces me di cuenta de la vergüenza que era que no hubiera cambiado nada.
Se avecinaban las elecciones en España, y bueno salí de allí…con muchas emociones dentro. Era un sábado, llamé a algunas de las compañeras artistas y las convoqué en mi casa. A partir de ese día, decidimos trabajar juntas y ser altavoces de muchas organizaciones de mujeres y, sobre todo, de las mujeres que estaban sufriendo la violencia en este país que eran muchas y trasladar a la gente joven que este era un problema de todas y que en cualquier momento cualquiera de nosotras puede ser víctima de la violencia de género.

El primer proyecto de la Plataforma fue conseguir la aprobación de la Ley Integral de Violencia de Género, ¿cómo fueron esos más de 4 años de negociaciones políticas?

Duros, porque teníamos un gobierno en contra. Un gobierno que se había comprometido públicamente con nosotras en un acto de la precampaña, pero que cuando llegó al poder se negó, no sólo no sacó la Ley, sino que además dijo que no se había comprometido. Entonces se evidenció la clara falta de voluntad política a la hora de poner la violencia de género en primera plana, un problema que era un problema de Estado, para nosotras gravísimo.
A partir de ahí, tuvimos muchos problemas, fuimos muy molestas políticamente. No fue fácil trabajar en un país donde la voluntad del gobierno era totalmente contraria a la lucha que llevábamos. Nos convertimos en artistas molestas, en artistas que ya no sonábamos en determinados medios, que no éramos gratas en ciertas cadenas de televisión,…

La Plataforma no sólo desarrolla proyectos a nivel nacional. De hecho, trabajáis mucho en Ciudad Juárez. Allí, el índice de violaciones y asesinatos de mujeres es muy alto y son pocas las detenciones de culpables, ¿cómo ha vivido esa situación?

Yo lo definiría con una sola palabra: la impunidad. Los feminicidios son crímenes de Estado cuando el gobierno consiente la violencia hacia las mujeres de una manera masiva; las cifras están ahí, más de 400 asesinadas y 4.000 desaparecidas en una ciudad de 1.500.000 habitantes.
Las mujeres tienen la sensación de que pueden ser asesinadas, torturadas y violadas sin ningún coste para quien lo hace. Decían las mujeres mexicanas que hay un lenguaje entre los hombres que dice: “Si quieres hacer desaparecer a tu mujer, vete a Ciudad Juárez y tírala en el desierto”.
Además destacaría el trabajo increíble de las madres. Estas madres han sido las que han hecho que el mundo sepa lo que es Ciudad Juárez, se han mantenido firmes y valientes, pese al acoso policial diario y la condena social por parte de muchos empresarios y medios de comunicación.

También mantienen otros frentes internacionales abiertos como el pueblo palestino, el Sahara o Irak. ¿Por qué cree que se levantó cierta polémica con el viaje de la Plataforma a Bagdad?

Cierta no, ¡levantó mucha polémica! Nosotras acabábamos de visitar los campos de refugiados saharauis. Y cuando volvimos, el gobierno de este país, de pronto, se mete en una violación internacional que fue la invasión de Irak. Nosotros como ciudadanos creímos que era papel nuestro, y nuestra coherencia pasaba por ir allí a denunciar la guerra. Recogíamos el sentir de millones de ciudadanos españoles, en ese momento las encuesta hablaban de que el 90% de la ciudadanía no quería la participación de España en ese acto ilegal. Lo que hicimos fue algo tan sencillo como ir a poner cara a las víctimas. Sabíamos que iba a hacer daño político, por eso fuimos.
Éramos un grupo de mujeres que gozábamos de la simpatía de la ciudadanía, artistas que no teníamos ninguna sospecha política porque no pertenecíamos a ningún partido. Fuimos como ciudadanos del mundo a condenar lo que estaba ocurriendo y a llevar medios de comunicación, a ser los ojos de esa realidad y contrainformar que, yo creo, es una de las claves de la labor de la gente de la cultura y los medios.
Fue un viaje muy duro en todos los sentidos. Evidentemente tuvimos un coste, que sabíamos, aunque nunca pensamos que fuera a ser tan duro, fue un ataque brutal por parte de los medios al servicio del poder. Yo en ese momento trabajaba en RNE y fui expulsada. Se nos rompieron contratos artísticos y teatrales. Fuimos muy castigadas.

La principal crítica que se les hizo fue que habían ido a apoyar el régimen de Sadam.

¡Claro! Era el ataque barato y fácil. Nosotros en ese momento fuimos, como todas las delegaciones, a un país que tenía un gobierno, pero íbamos a denunciar aquello. Pero evidentemente, el ataque fácil era ese y había que atacarnos por donde fuera. Pero bueno, luego la historia y el tiempo demostraron la verdad.

¿Cómo una guerra afecta especialmente a la violencia contra las mujeres?

Sí, nosotras decimos que la violencia contra las mujeres no es una violencia que esté aislada de la violencia global. Es una violencia que tiene una estructura masculina y que se ejerce en el ámbito laboral, en el hogar, o en el ámbito social o político. La estructura de la violencia está conformada de la misma manera.
Nosotras siempre hablamos de que la Plataforma denuncia la estructura de la violencia. Formando parte de esa cultura de la violencia, la guerra es una manifestación clara. En los países en conflicto, sobre todo, siempre son las mujeres las doblemente victimizadas, las que sufren mucho más el impacto de la violencia.


También estuvieron en Palestina cuando comenzó la construcción del muro, ¿cómo es la vida diaria allí?

Si no viajas allí, si no ves esa realidad, es difícil hacerse una idea de lo que está ocurriendo. Es todo tan vergonzoso que partimos hablando del conflicto palestino-israelí como si fueran dos iguales; y no, estamos hablando de una víctima y un verdugo. Un verdugo que no es solamente el estado de Israel, es la comunidad internacional que para lavar la deuda moral que tiene con el incuestionable holocausto le da un Estado a Israel. Y se le da diciéndole a una población que tiene que ceder parte de su territorio. Ahí, Israel empieza a ocupar mucho más de lo que se había pactado internacionalmente.
Yo estuve una semana en Palestina y vimos lo que hacían con los palestinos. Había centenares de personas enfermas, embarazas, niños, a los que hacían bajar de las ambulancias y los tenían durante horas en el suelo bajo el calor o la lluvia. Eso sumado a no permitir que las mujeres embarazadas sean atendidas en hospitales para que no crezca la población árabe, sumado al muro; el cual nuestro embajador israelí ha definido como “una valla de seguridad construida por culpa de los judíos”. Yo lo he visto, sé que es un muro de hormigón de casi 10 metros de altura, que separa a las familias y que casualmente esa “vallita” de seguridad pasa por la zona más rica de acuíferos dejando a la población de Palestina sin sus tierras de cultivo.

Otro lugar donde el papel de la mujer es destacado en la organización de la sociedad son los campamentos de refugiados saharauis, ¿cómo es la vida en esos campamentos de refugiados?

La gran mayoría de los hombres cuando comienza la Marcha Verde van a la lucha. Las mujeres, de pronto solas con los ancianos y los niños, construyeron una sociedad en valores donde lo basaron todo en la escolarización y la cultura. En el 75, cuando la Marcha Verde, el 90% de las mujeres bajo la colonización española eran analfabetas; y de pronto, la sociedad se ha convertido en una sociedad donde el 100% de las mujeres están escolarizadas, incluso han estudiado una carrera muchas de ellas. Todo el peso político y social, lógicamente, cae en las mujeres.
Es un ejemplo de una sociedad en valores basada en el trabajo comunitario y en la socialización de todas las estructuras.

Cambiemos de tema y centrémonos en la situación actual. Hoy en día, la juventud está más implicada, quizá en niveles que no hemos alcanzado antes; en temas como la cooperación, la participación en ONG o en movimientos sociales. Pero a la vez se nos acusa de ser una de las generaciones con menor participación política. ¿Cómo ve la situación?
Estamos en una época complicada porque por un lado somos la primera generación, según todos los informes internacionales, que podemos acabar con el hambre en el mundo. Hay todos los recurso, todos lo medios para que no haya pobreza ni miseria. Lo vergonzoso es que de pronto no se esté haciendo.
Yo creo que no podemos pensar que un solo actor como son los gobiernos pueden cambiar las cosas. Esto es un trabajo de varios actores, de movimientos sociales, civiles, de mujeres, sindicatos, partidos políticos, gobiernos,…; pero la población siempre tiene el papel protagonista. No podemos seguir responsabilizando de lo que pasa en el mundo a los políticos. Nosotros votamos, somos ciudadanos, consumidores; por lo tanto, estamos interviniendo en el desarrollo del mundo.
La movilización y la participación ciudadana es fundamental en este momento.

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