domingo, 12 de abril de 2009

The Dubliners en Madrid

Concierto The Dubliners, lunes 9 de febrero en Sala Galileo Galilei de Madrid.

Cuando daban las tres de la tarde, hora del café en mi casa, mi padre se levantaba de la mesa, cogía su café solo con whiskey y se iba al salón con la misión de grabar la música que pinchaba Ramón Trecet en su programa de tendencias tradicionales y étnicas, Diálogos 3 de Radio 3 de RNE (1986 – 2008). En esos instantes, darle al record, al pause y al stop en el momento clave era su mayor preocupación. Pero, llegados los tiempos modernos, la máquina se rebeló. En el momento en el que pulsaba una tecla, ésta salía despedida por los aires, dirección no sabemos dónde. Entonces, mi padre se desesperaba, y más aún cuando al pulsar el record saltaba el stop, y viceversa. De manera que yo acabé encargada de calcular la trayectoria de la tecla e ir en su búsqueda, a la vez que el ponía todos sus esfuerzos en transcribir al papel el nombre de los músicos, del álbum y de la canción en inglés. No se le podía molestar porque enseguida se le escapaban los fonemas.

Era lunes, 9 de febrero. Esperaba por Carmen en el bar O´Ribeiro con dos entradas para el primer concierto en Madrid de los tabernarios irlandeses The Dubliners, pasados ya cuarenta y siete años desde que comenzaron su camino en 1962 en un pub de Dublín. Minutos antes, había entrado en la sala del concierto para recogerlas y allí estaban los cinco miembros, ensayando, o más bien, probando a bocanadas el aire de la sala reconvertida en taberna. En O´Ribeiro, con una cerveza a la izquierda y tres irlandeses a la derecha, recordé esa época de sobremesas radiofónicas con Loreena Mckennitt, Capercaillie, The Chieftains, George Winston, Madredeus... y de esas teclas rebeldes.

“Sí, tenemos nuestro idioma propio”, dijo Seán Connon y, tras un silencio, sonaron los primeros acordes de
Oró, ‘Sé do Bheatha ‘bhaile por la Irlanda libre. Recordamos lo que fue Dublín en In the Rare Old Times, bajo una luz encendida que disminuía su intensidad, como las fotos viejas. Barney Mckenna, el único miembro que queda de la primera formación del 62´, no se quitó la gorra de marinero. Sentado en una butaca tocó su banjo y contó sus historias "retranqueiras". Excepto en dos ocasiones. Con dificultad, Barney se levantó para cantar. Se mantuvo de pie bien agarrado al suelo, levantando una mano abierta y la otra con un dedo erguido. No era para mantener el equilibrio. No. Cuando Barney cantó muchos de nosotros regresamos a la cuna y a la eterna adolescendia con I wish I had someone to love me.

Hubo un tiempo también para el recuerdo de los dublineses fallecidos:
Ronnie´s Heaven, un poema compuesto por John Sheanhan para Ronnie Drew y el sonido de Dublin Minstrel Boy para Luke Kelly. A petición del público, sonaron los clásicos Molly Malone e Whiskey in the Jar, momento de exaltación dionisíaca. Ambas, con una cerveza compartida, pronto acabada, de pie, en el pasillo de la derecha, buscamos nuestro espacio. Una posó sus ojos marinos en el alma tabernaria de un grupo de rockers que se sabían todas las letras. La otra, guió el movimiento con el ritmo de siempre para encontrarse, por lo menos, con una tecla rebelde.

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